viernes, 20 de agosto de 2010

Una de miedo

Se ayudó de una horrenda mueca para finalizar la última repetición. Le dolía hasta la última fibra de su deshecho cuerpo.

Definitivamente, esto no es para mí – pensó Ana.
-Vamos!! Con ésta serie terminamos!! Un, dos, tres, cua… -resonaba la atronadora voz del monitor de aerobic.

Haciendo un incalculable esfuerzo, hizo acopio de valor e imitando los movimientos de sus compañeras, remató la perfecta simetría entre aquellas cuatro paredes.
Justo en el momento en que estaba a punto de desfallecer, la salvó la campana.

-¡Ya está bien por hoy chicas ! ¡Buen trabajo ! –volvió a atronar la voz de la montaña de músculos.

Resopló a la vez que se doblaba sobre sus rodillas.
Estoy rendida – susurró para sí –Nota mental: no volver mínimo hasta la semana que viene.
De pronto, una cantarina voz surgió tras su espalda
-¡¡Ya te dije que te lo ibas a pasar muy bien!!
La chillona voz de la chica en cuestión correspondía a Cinthia, la cuerpo 10 del gimnasio. De tez morena y eterna sonrisa profidén, cuando no estaba beneficiándose a algún monitor era porque estaba practicando deporte.
Emmm… sí, definitivamente, ha sido mi mejor momento de toda la semana.
Durante un segundo aguardó a que ella captara el sarcasmo, pero al empezar a oír su respuesta:
-LO VES!! Pues entonces espera a probar… 
Desistió. En aquel momento su mente decidió desconectar durante todo el camino, bus incluido, hasta llegar a su maltrecho piso. Había sido una suerte conseguir aquella casa. El lugar era viejo y necesitaba una reforma, pero estaba en pleno centro de la ciudad, los vecinos no se quejaban demasiado, y tenía el dinero justo para pagar la entrada.
Tras una serie de automatismos religiosamente aprendidos durante años (quitarse la ropa, enjabonarse, aclararse, secarse, vestirse) se dirigió hacia su flamante portátil, y lo encendió.

Nunca había sido muy dada a videojuegos ni ordenadores, pero le parecía asombrosa la posibilidad de hablar en tiempo real con quien le apeteciera mediante la simple herramienta de un teclado y una pantalla. De este modo, cierto día, al llegar a casa y  ojear por encima el folleto de una conocida tienda de electrónica, decidió, tras ver una más que razonable oferta, que había llegado el momento de modernizarse.
Apenas tardaba en aparecer la pantalla de inicio, hacía poco tiempo que lo había comprado y salvo el Messenger y un par de herramientas necesarias para su trabajo, poco mas ocupaba su disco duro.

Se encaminó hacia la cocina para coger algo de comer, un poco de lechuga, pavo, tomate, y ¡qué demonios! Unas patatas fritas tampoco iban a hacerle mucho daño.
Parsimoniosamente, se acomodó en el sofá con el portátil en su regazo, y la bandeja con la cena a su lado.
Se disponía a abrir su Facebook, cuando la luz del salón parpadeó repetidas ocasiones, y sin mayor ceremonia, se apagó.
-Mierda, se  maldijo -con lo poco que me gusta comer a oscuras.
Así que se levantó y se encaminó hacia la lámpara. Cuando estaba a medio camino, un escalofriante ruido la sobresaltó. Fue un ruido seco, sin vida. Como el de algo pesado cayendo a plomo sobre el suelo. Miró en todas direcciones, pero solamente se encontró a sí misma en el oscuro reflejo de la única ventana que dominaba el salón.
-Joder – pensó – ahora encima me estoy volviendo loca, no pienso volver a esa sala de tortura- musitó para sí. –Que le den a la luz-caviló, tras un segundo, temerosa. Nunca había sido amiga de la oscuridad.-cenaré sin ella. De todas maneras me pienso acostar bastante pronto.-

Entonces, acuciada por las sombras, se dio la vuelta muy despacio. Cuando se disponía a dar el primer paso que la acercara a su confortable sofá, sintió un helado hálito en la nuca. Súbitamente, con el corazón a mil por hora, se revolvió, pero en la negrura que la envolvía no alcanzó a ver nada. En un instante, su mente se había transportado años atrás, a la desafortunada muerte de su madre, llevaba años intentando alejar aquel doloroso recuerdo de su cabeza, y de pronto, sin saber muy bien porqué, había bajado todas sus defensas. Aturdida y temblorosa, atrapó una lágrima que bajaba por su mejilla e intentó tranquilizarse. –Ana, relájate, estás muy cansada y estás imaginando cosas. Cena rápido y a la cama-
Se palpó el corazón mientras se repetía, autoconvenciéndose,  que estaba completamente sóla. Cerró los ojos, se enderezó, y se dirigió al espejo del cuarto de baño. Justo encima de la repisa, lo único que había era su barra de labios predilecta. Como buena maniática del orden, la guardó cuidadosamente en el cajón de las pinturas. –Qué raro – reflexionó –¿se me olvidaría guardarla el sábado con las prisas?.
Se observó detenidamente en el frío vidrio que la observaba. No le gustó nada lo que vio. Con un gesto ágil se cogió una rápida cola, y se echó agua en la cara, mientras resoplaba, intentando espabilarse.-Mejor así- observó.
Más tranquila, se puso en marcha hacia el sofá, intentando sacar los fantasmas de su mente. Hambrienta como estaba, engulló un trozo de pavo mientras volvía a acercar el ordenador hacia sí.
Al momento, fijó la vista en la pequeña pantalla y lo que vio la desconcertó.
No había llegado a abrir su msn, ni lo tenía configurado para que se iniciase automáticamente. Pero allí estaba esa luz naranja brillante, que le anunciaba que tenía alguna conversación pendiente. Aturdida, llevó el puntero hasta el lugar adecuado y pulsó. No había ningún nombre y en el apartado del e-mail sólo aparecía “Dirección de correo electrónico sin comprobar”. Sin embargo, no fue esto lo que más la acobardó. Allí, delante de sus ojos, sin lugar a equívocos, unas cuantas letras juntas, enunciaban un mensaje perturbador:
“Jamás deberías haber entrado en mi casa. Ahora ya no podrás salir ”


…Continuará…

1 comentario:

  1. Si tuviera que verte todos los días, acabaría sucumbiendo a la tentación de tus labios. Desearía tenerte alguna vez, pero no creo que me correspondieras. ¡Qué frustrante lo inalcanzable! Y para mayor escarnio, eso aumenta tu atractivo. Me dijeron que te pronunciaste sobre mí. Seguro que no lo recuerdas y ni tus palabras irían más allá de la cordialidad. No hay que tener en cuenta, lo que se dice en estado de ebriedad.

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