martes, 28 de septiembre de 2010

como duele recordar... a veces...

El día despertó soleado, pero el tránsito de las horas parecía haberse llevado el buen tiempo. Las jodidas nubes parecían haberse puesto de acuerdo para dejar pasar una única lámina de luz que apuntaba directamente a su cara.  
Respiró pesadamente y avanzó dos minúsculos pasos, cada zancada hacia delante le inclinaba a pensar que era el protagonista de una auténtica pesadilla, era como si alguien le hubiera puesto sobre sus hombros el peso del mundo sin preguntarle antes siquiera.
Absorto en sus pensamientos, ninguna parte de su cuerpo se percató de las interminables horas que llevaba allí plantado, pronto la gente empezaría a mirarle raro, pero aquel hombre petrificado no percibía ya su alrededor.


Al cabo de un instante, alzó los ojos, y como casi todos los viernes de la vida que aún podía recordar, ella apareció tras la puerta del armario y dijo:

 –Corre!! Que ya vamos tarde!!

Estaba preciosa, cualquier hombre se sentiría afortunado de poder llevar a una mujer como ella colgada del brazo. El difícil embarazo de hacía dos años no había mermado su figura, era algo imposible para una mujer que desprendía aquellas tremendas dosis de energía. No fue sencillo conquistarla, y menos aún convencerla de que se casara con él, pero el tiempo le había dado la razón, aquella era su chica.

-Tranquila mujer, todavía tenemos tiempo… -opinó, mirándola de soslayo

Había pasado grandes momentos con esa mujer. Buenos, muy buenos y no tan buenos, pero el resultado global era francamente positivo. Realmente admiraba su capacidad de reponerse a los reveses de la vida, y de poner al mal tiempo buena cara. Sabía que a su lado, los días eran un poco menos grises.

Ella rió con ganas mientras decidía si ya había llegado el momento de los tacones de verano.
 –No empieces… -canturreó, pizpireta.

Advirtiendo la situación, sin hacer ruido se plantó detrás de ella y la atrajo hacia sí, le apartó el pelo de la cara, y mientras se preguntaba qué habría hecho en su vida anterior para merecer algo así, la besó como si no hubiera un mañana.

-Que esperen  -le susurró


Quedamente, se enjugó las lágrimas, apretó los dientes, y dio los pasos que restaban hasta el nicho. No supo si le fallaron las piernas o si se agachó, dijo lo que había ido a decir, dejó el ramo y se dio la vuelta.
Antes de irse volvió a mirar al cielo, definitivamente, hoy también estaría nublado.

4 comentarios:

  1. Eres un exhibicionista...pero me gusta.

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  2. exhibicionista en el mal sentido, espero.

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  3. A mi personalmemte me dejas impresionada cad vez q vuelvo a leer tus relatos..

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