domingo, 29 de enero de 2012

El escritor (I)


Sentado frente a la pantalla del ordenador. Otro día más, otro solitario día. Le doy una calada al rubio americano que sujeto con mi mano izquierda. Con la derecha apuro la tercera copa de hendricks, únicamente acompañada de dos contrahechos trozos de hielo.
Observo el ir y venir del cursor, como aparece y desaparece repitiendo la misma cadencia sin cesar. Pese a que no es capaz de emitir ningún sonido, empieza a retumbar en mi cabeza un fuerte zumbido cada vez que aparece la condenada línea negra.
No se si será la jodida ginebra o el maldito bourbon de ayer noche, probablemente sea causa de la redundancia este horrible dolor de cabeza.
Aún asi, el autentico problema no es ese. Aun peor es el abandono al que las musas me tienen sometido. Y ya son demasiadas lunas para un tipo con una verborrea tan elocuente. Hace días, incluso semanas, que lo único que surca la pantalla de mi ordenador es ese odioso intermitente. Tengo una gran historia sobre un execrable tipo llamado Vinnie en la punta de mis dedos pero soy incapaz de empezar a teclear.

Vinnie es…..Vinnie vive…. Vinnie regenta….

Nada. Me rindo.

Voy a la cocina, me sirvo otra copa, siento que son mis pies los que me arrastran y mis manos las que mandan, este ir y venir a este mueble bar sin sentido del que, de hecho carezco -Siempre ambicioné una barra americana- De un único sorbo compruebo como vuelvo a dejar el vaso vacío y ni siquiera me sorprende. Me tambaleo. Vuelvo a servirme otra.
Llaman a la puerta, -quién será tan estupido como para interrumpir en su desierto particular a un escritor frustrado-. Intento abrir la mirilla en silencio pero trastabillo y golpeo sordamente contra la puerta.
-Soy yo-susurra una voz cansada tras el portón.
Fijo bien la vista, yo podría ser cualquier soplapollas al que aún le deba un par de billetes, mi memoria siempre fue un desastre y mis noches demasiado largas. Pero no, aunque en un principio no consigo reparar en ello, la voz es inconfundible. Es ella.
-¿Piensas tenerme aquí fuera toda la noche?-clama impaciente
Enfoco la imagen tras el cristal lo mejor de lo que soy capaz. Una magnífica muchacha rubia, envuelta en una semi-empapada gabardina y con pinta de acabar de bajar del coche de Humphrey Bogart se apoya en la pared con gesto arrogante.
-Abre de una vez- me reprende.

Abro. Un rostro duro, pero retorcidamente atractivo, me contempla desde el rellano. Trata de lanzarme una mirada pétrea, pero el resplandor en sus ojos la traiciona.