jueves, 8 de diciembre de 2011

Regusto amargo

Y es verdad que te fuiste hace tanto tiempo que ya ni siquiera tengo ganas de acordarme.
Nunca tuve muy buena memoria, ya lo sabes, y ahora lo pienso y me hace gracia.
No quiero ponerme en la piel de la típica película que añora recordar el último beso, pero sí reconozco que en el fondo me gustaría haberlo sabido, probablemente hubiera sido distinto, o yo habría actuado de otra manera.
Si hubiera sabido que, irremisiblemente, era la última vez que saboreaba tus tetas y ese amargo olor a suavizante que siempre las impregnaba, o el mareante aroma de tus profundidades, ahora podría recordarlo. Tendría ese olor clavado en la memoria y no lo tengo, porque no pensé que realmente llegaría el día en que lo echase de menos.
No me arrepiento de nada de lo que hice, las cosas a veces simplemente suceden, y visto está que ni era nuestro momento, ni nuestro tiempo, ni nuestra vida seguramente.
Aún así, dicen, que siempre se recuerda lo que en el momento menos se valora, yo únicamente puedo recordar de ti el sabor de aquella tarta de queso que con tanto tesón me regalaste una lluviosa tarde de un mes de Enero.
Me gustaría recordar y sólo tengo alguna caótica imagen, cuando disimuladamente te cogí de la mano por primera vez y tu me la apartaste sonriendo –No me van estas cosas- murmuraste, con la boca pequeña.
A cambio de eso, guardo aunque se que no debería ese cd tan nuestro que me regalaste y que ya por el bien de mi salud nunca me pongo, aunque a veces las casualidades traigan esas canciones a mi presente y no pueda evitar dibujar una sonrisa cómplice, por ti, por mí, por los dos.
Como siempre fui mucho de olores, siempre existirá esa mujer que se ponga aquel perfume que te regalé y que tan poco te gustó, pero que aún así regó algunas de nuestras mejores noches, a veces lo olisqueo en mis madrugadas y hace que me hierva la sangre.
Alguna vez he oído que el ser humano es un animal de costumbres, todavía hoy podría salir de mi casa con los ojos vendados y sortearía sin problema todas las calles, plazas y esquinas que me llevasen hasta los rincones de tu cama.
De lo que no recuerdo absolutamente nada es del día que te fuiste, supongo que por eso dicen que la memoria es el mejor mecanismo de defensa. No recuerdo tu cara aquel día, ni como ibas vestida ni que peinado llevabas, tan solo la opresiva sensación de saber que te alejabas… sólo se que te largaste, que no me diste explicaciones, que no dijiste adiós y que nunca más volviste.

2 comentarios:

  1. espectacular, junto con Chof!!, para mí el mejor

    ResponderEliminar
  2. Es imposible leer tu relato y evitar que no se te salten lagrimas..es sencillament perfecto...

    ResponderEliminar